Eran las cinco y media de la tarde mientras me refrescaba en el Bar ubicado frente a mi Hotel en Catemaco, Veracruz. El calendario cruzaba la mitad de Abril.
Allí estuve. Solo conmigo. Sólo con una cerveza.
Habité plenamente ese instante: la tarde se alejaba poco a poco, llevándose su aliento caluroso. Despacio, muy lentamente, la laguna, el viernes y las montañas comenzaban a ser a lo lejos, la misma cosa pintada de azul.
Observé a media docena de Patos Buzo nadando y comiendo cerca de una de las columnas sobre las que reposaba la Palapa del Bar sobre el agua, a treinta pasos del malecón. Garzas y Gaviotas alteraron con su vuelo blanco tanto azul celeste, no recuerdo si del cielo o del agua.
